Luis Barragán: Crisis universitaria y cultura corporativa

Luis Barragán: Crisis universitaria y cultura corporativa

Luis Barragán @LuisBarraganJ

Todavía indagamos respecto a la débil respuesta que la universidad venezolana ha dado a sus agresores en los últimos años, evidentemente contrastante con otras y más remotas épocas. Luce demasiado obvia que la represión inmediata y brutal dejó sembradas sus más severas advertencias, sobre todo, luego de las protestas de 2014 y 2017, aunque creemos que dos casas de estudios ilustran los motivos de tanta debilidad.

En un caso, la Universidad Central de Venezuela ha sido literalmente ocupada por el régimen so pretexto de las masivas remodelaciones que jamás consultaron a sus autoridades, sorprendiéndolas al igual que a sus gremios. Cierto, recientemente, ha culminado el proceso electoral que cuidó muy bien de no denunciar y confrontar al poder establecido, permitiéndole también maniobrar con gran comodidad, aunque tampoco hubo ánimo y disposición para hacerlo por una suerte de complejo operativo: no coincidir con el fascismo, en defensa de un gobierno progresista que algún día corregirá.

Fruto de un dominio absoluto del marxismo, más bien de signo guevarista que leninista, alérgico al mínimo y razonado debate formal que marcó la distancia entre el comité central o politburó del PCV y la dirección del MIR, se hace patente la herencia de una marcada cultura corporativa en la Ucevé que no repara en la naturaleza y características del poder establecido que ha traicionado las viejas banderas enarboladas, estigmatizando hasta la saciedad a sus opositores y disidentes. Nada gratuito ha sido el silencio o timidez de los profesores de mayor antigüedad que antes rasgaban sus vestiduras por la inviolabilidad del recinto y la autonomía universitaria, o el alza por algunos céntimos del precio de la gasolina, y hoy sólo se permiten la crítica en un ámbito celosamente privado.





En otro caso, la Universidad Simón Bolívar ha sido definitivamente intervenida por el gobierno nacional, y las autoridades que claman porque los alcance el programa de remodelaciones, en lugar de bregar por un justo presupuesto, no ocultan su desprecio por los gremios de estudiantes, profesores y egresados. Además, gremios que luchan por la celebración de las elecciones, actúan en un ámbito demasiad parsimonioso, temeroso y precavido, presumiendo a la casa de estudios radicalmente ajena a cualesquiera vicisitudes políticas.

Producto del agitado país que contextualizó su nacimiento, como del estilo que le imprimió el rector-fundador, subsiste la creencia de una Uesebé de tan alto nivel científico y tecnológico que la hace absolutamente incompatible con el poder político que irremediablemente reconoce su majestad y la respeta, aunque – ya sabemos – las deplorables condiciones que ha acumulado, permite dudar de su calibre. Digamos de una cultura corporativa asociada más a la tecnocracia socialdemócrata propia del rentismo petrolero y la devoción hacia la figura rectoral: a modo de ilustración, la crisis de los últimos años no ha significado una defensa convincente de la universidad, activa y militante de sus egresados, sino la solidaridad apenas retórica, circunstancial y personal con el rector Enrique Planchart que, una vez físicamente desaparecido, cohíbe de todo cuestionamiento al reemplazante oficialista así no tenga el formato de los predecesores.

Versamos en torno a sendos patrones de conducta que tampoco pueden calificarse de izquierda para la ciudad de Villanueva, o de derecha para Sartenejas, sacrificando el rigor que merece el enfoque. Y, faltando poco, ocultando una desgraciada paradoja para ambas universidades públicas, señalada en un texto anterior a propósito de los estudios de arquitectura en Venezuela: quebradas, sólo insuflan y favorecen la oferta de las universidades privadas que captan exitosamente al profesorado.