The Economist: Cómo conseguir que Vladimir Putin sufra una derrota estratégica

Adolf Hitler, Josef Stalin y Vladimir Putin, en un mural en Kiev de 2014 (Getty Images)

 

 

 





En vísperas de la conmemoración del desembarco de los Aliados el Día D en Normandía, el general Mark Milley, el general de más alto rango de Estados Unidos, trazó un paralelismo directo con la contraofensiva ucraniana que comenzaba a unos 2.800 km al este. El objetivo, dijo, era el mismo que hace casi ocho décadas: “Liberar un territorio ocupado y liberar a un país que ha sido injustamente atacado por una nación agresora, en este caso, Rusia”, así lo reseñó THE ECONOMIST.

Entonces como ahora, las batallas determinarán el futuro orden de seguridad en Europa. Pero, al menos para los partidarios occidentales de Ucrania, el objetivo último de la guerra está mucho menos claro que para los Aliados en 1944. A diferencia de la Alemania nazi, Rusia es una potencia nuclear. Es difícil imaginar su capitulación total. El objetivo declarado de Ucrania es reconquistar todo el territorio del que Rusia se ha apoderado desde 2014, restaurando las fronteras que se establecieron en 1991, cuando se disolvió la Unión Soviética. Pero incluso si el ejército ucraniano puede lograrlo (y muchos occidentales, especialmente, tienen sus dudas), se teme que Rusia pueda considerar tal resultado como una humillación tan abyecta que valdría la pena utilizar armas nucleares para evitarla.

El resultado es un objetivo mucho más vago: que Ucrania inflija tantas pérdidas y consiga tantas ganancias territoriales como sea posible para fortalecer su posición mientras intenta alcanzar un modus vivendi con una Rusia debilitada.

Según esta forma de pensar, un resultado positivo sería que las nuevas brigadas ucranianas armadas con armas occidentales cortaran el puente terrestre entre Rusia y la península de Crimea o se acercaran lo suficiente como para poner en peligro las posiciones rusas en Crimea.

Sin embargo, la mayoría de los funcionarios occidentales esperan avances más modestos, con Ucrania recuperando y manteniendo en su poder porciones menos estratégicas del territorio que ha perdido en el último año, pero demostrando al menos que aún puede avanzar en el campo de batalla.

En la visión pesimista, los ucranianos luchan por superar las defensas rusas, logran avances menores y acaban en tablas. Resulta alentador descartar la posibilidad de que las fuerzas ucranianas fracasen, se expongan a un contraataque y se retiren, porque Rusia carece de medios para organizar un gran avance y porque los aliados occidentales sin duda aumentarían rápidamente su apoyo a Ucrania.

Aunque la determinación y la competencia de las fuerzas ucranianas serán decisivas, los factores externos influirán en el resultado.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha declarado dos grandes objetivos: garantizar que Ucrania no sea derrotada y que la OTAN no se vea arrastrada a un conflicto directo con Rusia, con el consiguiente riesgo de escalada nuclear. Al principio se negó a enviar tropas a Ucrania o a imponer una “zona de exclusión aérea”.

Pero ha suministrado armas cada vez más sofisticadas y en mayor cantidad para ayudar a Ucrania a defenderse. Igualmente vital ha sido el suministro de inteligencia, planificación y entrenamiento por parte de Estados Unidos y sus aliados.

Ucrania cuenta hoy con uno de los mayores ejércitos de Europa, respaldado por el ejército más poderoso del mundo. Y aunque no está entrenado al nivel de la OTAN, “sólo tiene que ser mejor que el ejército ruso” para tener ventaja, dicen los funcionarios occidentales.

El líder chino, Xi Jinping, también parece haber fijado límites, según funcionarios estadounidenses y europeos. Quiere evitar la derrota completa de Rusia, un socio cercano; quiere evitar una ruptura de las relaciones con Europa; y quiere evitar el uso de armas nucleares. Por eso, aunque él y el presidente ruso, Vladimir Putin, han declarado que la amistad entre sus países “no tiene límites”, hasta ahora ha habido límites en la ayuda que China ha estado dispuesta a ofrecer a Rusia. Compra exportaciones rusas de petróleo y gas con descuento, y vende productos chinos, algunos de los cuales podrían ser útiles para el esfuerzo bélico. Pero hasta ahora se ha negado a realizar entregas de armas a gran escala, del tipo de las que Occidente ha proporcionado a Ucrania. Eso podría cambiar si China cree que los rusos están a punto de ser derrotados, según temen los funcionarios occidentales.

Más detalles en THE ECONOMIST