El hombre que convenció a su hija para que se convierta en sicaria y matara a su madrastra a sangre fría

El hombre que convenció a su hija para que se convierta en sicaria y matara a su madrastra a sangre fría

Pese a estar desvanecida, tenía apretado en su mano una nota, atada con una cinta. “Querido Dios, por favor perdóname. No quise lastimarla”

 

Era la madrugada del 19 de marzo de 1985. El sol apenas empezaba a asomar sobre los bosques de California. Pintaba para ser otro día caluroso y sin lluvia. En ese momento, un grupo de agentes con las linternas aún encendidas encontró a Cinnamon Brown, de 14 años, acurrucada en posición fetal en el piso de una cucha roja detrás de la casa de su familia en Garden Grove, una pequeña localidad de la costa oeste de Estados Unidos.

Por infobae.com





La chica había tomado un cóctel de medicamentos. Estaba dormida empapada en sudor, orina y en su propio vómito. Pese a estar desvanecida, tenía apretado en su mano una nota, atada con una cinta. “Querido Dios, por favor perdóname. No quise lastimarla”.

La cronología del crimen

Pasada las 0 horas de esa noche, David Brown despertó abruptamente a Cinnamon Brown y Patti Bailey. “Chicas, tiene que hacerse esta noche”, les dijo, según informó el diario Greensboro News and Record . Tras meses de planificación, el hombre puso un arma en la mano de su hija adolescente. La chica rozó con sus dedos la fría empuñadura. Nunca antes había disparado. “¿Cómo sería el ruido del balazo? ¿Y si fallo que hago?”. Las preguntas rondaban sus cabeza, pero no se animó a oponerse a los pedidos de su papá. La había convencido con sus argumentos y manipulaciones.

David también le entregó el cóctel de pastillas que Cinnamon tomaría para fingir su suicidio después del crimen. David la había redactado junto a la chica la nota de despedida. Todo el plan cerraba.

Luego, David salió de la casa. Fue hasta un negocio y habló con el empleado. Su objetivo era que lo recordara. Estaba construyendo su coartada. En la casa mientras tanto, Patti cuidaba a Krystal la bebé del matrimonio. En ese mismo instante, Cinnamon se paró sobre su madrastra dormida, usó una almohada para amortiguar el ruido y le pegó un balazo en el abdomen. El percutor de la pistola se enganchó en la almohada y los gemidos de Linda Brown pronto se unieron a los llantos de su bebé. Cinnamon disparó de nuevo. El segundo disparo fue fatal.

Unas horas antes de encontrar a Cinnamon, los oficiales habían hallado a Linda Brown, la madrastra de la joven, en su cama con dos balas en el pecho. Había un revólver tirado en el suelo con una mancha de sangre en la culata.

Los agentes creyeron que el caso se iba a cerrar muy rápido. Tenían a la mano toda la evidencia para construir el relato del crimen. Los detectives pensaron que se trataba de un caso de tensiones entre segundas esposas y primeras familias. Un aparentemente angustiado David Brown afirmó que había salido de la casa esa noche para escapar de las interminables disputas de su esposa e hija.

El silencio de Cinnamon

Durante el juicio de Cinnamon, sus abogados intentaron una defensa por locura. Pero en septiembre de 1986, el juez la encontró sana y culpable, le impuso una sentencia de cadena perpetua y la envió a un reformatorio para menores hasta cumplir la mayoría de edad.

La chica pasó varios años tras las rejas. Trabajaba en un puesto de computación en la institución, hacía ejercicios y hasta aprendió a bordar. Cuando se le preguntó sobre el asesinato, Cimmanon le cambiaba la expresión de su mirada. Empezaba a sudar y a titubear. Finalmente siempre decía que no recordaba nada.

Sus compañeras de prisión y los celadores que la trataron siempre repetían que les parecía inconcebible que esta niña que parecía tan tranquila pudiera haber cometido ese crimen. La verdad ya estaba cerca de ser revelada.

Para leer la nota completa pulse Aquí