“Fue una tormenta perfecta”: trece conejos provocaron la mayor invasión biológica de la historia

“Fue una tormenta perfecta”: trece conejos provocaron la mayor invasión biológica de la historia

La imagen, de 1938, fue tomada en el sur de Australia durante la liberación del virus que provoca la mixomatosis para reducir el número de conejos.
M W MULES/CSIRO

 

De 13 conejos enviados apenas dos meses antes desde el sur de Inglaterra por William Austin, llegaron 24 en el día de Nochebuena de 1859 a la finca de caza que su hermano Thomas tenía cerca de Sídney, en el este de Australia. Tres años después, la prensa local contaba que estos lepóridos europeos ya se contaban por miles y el propio Thomas reconocía haber sacrificado 20.000 ejemplares en su propiedad. En 1906, ya habían llegado a la costa oeste australiana, a 4.000 kilómetros de la propiedad de Thomas Austin. Ahora un estudio genético confirma que fueron los conejos de los hermanos Austin los que iniciaron la mayor invasión biológica de la que se tienen registros.

Por: El País

La culpabilidad de los Austin en el desastre aparece en la prensa de la época y en los libros de historia. Incluso una nieta de William, Joan Palmer, cuenta su versión en sus memorias. Sin embargo, para muchos científicos e historiadores la cosa no podía ser tan sencilla: los ingleses se instalaron en Australia en 1788, cuando llegaron los barcos de la Primera Flota, una misión de la corona británica para convertir la enorme isla en un penal. Ya en aquel viaje iban a bordo de uno de los navíos cinco conejos. Los registros recogen otros 90 envíos de lepóridos en los 70 años siguientes. Pero, a pesar de que algunos se escaparon o fueron liberados a propósito, ninguna de aquellas introducciones desembocó en una invasión biológica. Una invasión que ha provocado grandes daños en los ecosistemas australianos, arrinconando a los marsupiales, y que es la principal plaga de la agricultura del continente. Una invasión contra la que se ha probado de todo desde hace más de siglo y medio, desde rifles y vallas, hasta hurones y venenos de fósforo, pasando por virus y bacterias. ¿Qué pasó entonces en la Nochebuena de 1859?

Un grupo de investigadores británicos, portugueses y australianos se han apoyado en la genética para confirmar la responsabilidad de los hermanos Austin en el desastre. Han analizado los genes de casi 200 conejos de España (origen del conejo común) Francia (tierra donde fueron domesticados durante la Edad Media), Inglaterra, Australia y otros dos países que también sufrieron el azote, las vecinas Nueva Zelanda y Tasmania. Varios de los ejemplares son de pocos años después del inicio de la invasión. Con estos datos han podido crear un árbol genético que han publicado en la revista científica PNAS y con el que han podido estudiar como fue la expansión de los conejos.

Puedes leer la nota completa en El País

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