León Sarcos: El militante que no soy y el partido que he soñado

León Sarcos: El militante que no soy y el partido que he soñado

Cuando el poder conduce al hombre hacia la arrogancia, la poesía le recuerda sus limitaciones. Cuando el poder reduce el área de interés del hombre, la poesía le recuerda la riqueza y diversidad de la existencia. Cuando el poder corrompe, la poesía limpia. John F. Kennedy.

No soy un militante de partido; nunca lo fui, y menos un miliciano. Soy solo un ser humano, un ciudadano que nació para hacer el bien, ayudar a los otros a vivir mejor y estimularlos con amor, ideas, ingenio y creatividad a laborar y a bregar sin pausa por la libertad, por la dignidad y por condiciones ideales para conquistar mayores posibilidades de bienestar y de ser.

Mi compromiso con los otros, mis iguales, tendrá el tenor del acero que tengan mi dimensión ética y la voluntad y la constancia de servir, de ser útil y crecer personalmente en la esperanza de conquistar una sociedad más justa y una vida más digna. 





No aspiro otro partido de corte tradicional, formal, donde seria y solemne la gente vaya  a practicar el arte de la retórica y la simulación, y los otros, la audiencia, a dejarse ver para ser favorecidos con atenciones y negocios, carnets y promesas que siempre para la mayoría se las lleva el viento, como las célebres carticas a mano, sucias y arrugadas, de pedidos desesperados que atribulados se deslizan en malabares entre carteras de secretarias y bolsillos de guardias de seguridad para terminar extraviándose en el camino o rebosando papeleras de sombrías oficinas burocráticas. 

No, no quiero más espectáculos, más circo para actuar; quiero y puedo ayudar a construir una comunión de amigos, un encuentro de vecinos, una nueva fraternidad que nos una en la diversidad y, enriquecida, traiga buenas nuevas de que hemos aprendido de los errores y que, preñada de los poderes creadores de nuestra gente, de todas las esferas ideológicas, de todas la clases sociales y de todas las religiones, y de ambos sectores: el civil y el militar, puedan coincidir y reconocerse esas personas en un ideario que tenga en el logro de la independencia y en la conquista de la democracia dos procesos enriquecidos, inseparables y complementarios.

Si la guerra de independencia tuvo en Bolívar, en Sucre, en Mariño, en Páez, en Urdaneta y otros a los jefes de una admirable campaña militar para liberar al país y consolidar esa histórica gesta, justo es hora de hacer del sentir nacional, y del reconocimiento general, que fue gracias a la visión de los proceres civiles, Andrés Bello, Juan Germán Roscio, Francisco Javier Ustáriz, Miguel José Sanz y Francisco Javier Isnardi, fundamentales hacedores de la arquitectura jurídica y la institucionalidad, a quienes se debe el proceso de Independencia de Venezuela iniciado—según Allan Brewer Carias– formalmente el 19 de abril de 1810 y concluido el 21 de diciembre de 1811…cuando se sanciono una Declaración de Derechos del Pueblo, la Declaración de Independencia, y se sanciono una nueva Constitución para el nuevo Estado que se constituyó

Es esa supremacía de lo civil sobre lo militar lo que inteligentemente reconoce Bolívar, ya sedimentado su pensamiento y serenados su corazón y su brazo después de una dilatada y sacrificada vida política y militar, en uno de los discursos más hermosos y emotivos, en el Congreso de Cúcuta en 1821:

Señor, yo ruego ardientemente, no os mostréis sordo al clamor de mi conciencia y de mi honor, que me piden a grandes gritos que no sea más que ciudadano. Yo siento la necesidad de dejar el primer puesto de la Republica al que el pueblo señale como al jefe de su corazón. Yo soy el hijo de la guerra; el hombre que los combates han elevado a la magistratura; la fortuna me ha sostenido en ese rango y la victoria lo ha confirmado. Pero no son estos títulos consagrados por la justicia, por la dicha y por la voluntad nacional. (…) Esta espada no puede servir de nada el día de paz, y este debe ser el último de mi poder, porque así lo he jurado para mí, porque lo he prometido a Colombia y porque no puede haber república donde el pueblo no esté seguro del ejercicio de sus propias facultades. Un hombre como yo es un ciudadano peligroso en un gobierno popular; es una amenaza inmediata a la soberanía nacional.

Y termina clamando por la más alta y digna de las distinciones concedidas a los hombres libres en democracia: Yo quiero ser ciudadano, para ser libre y para que todos lo sean. Y apasionado y vehemente, demanda: Prefiero el título de ciudadano —evocando en su alma a los proceres civilistas— al de Libertador, porque este emana de la guerra, aquel emana de las leyes. Y en expresión inolvidable, sentencia a los que pretenden gobernar por la fuerza: Cambiad, señor, todos mis dictados por el de buen ciudadano.

En el caso de la democracia, que tuvo sus promotores, sus primeras ideas y sus fundadores en Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, debemos empezar a hacer también del sentir nacional, de la percepción, del aprendizaje de cada demócrata y de cada militar, que esa democracia que hoy respira con mucha dificultad de alguna manera echó raíces gracias a la tolerancia y el aliento de apertura del general Eleazar López Contreras y su Programa de Febrero; en el general Isaías Medina Angarita, que permitió la legalización de Acción Democrática, la habilitación del Partido Comunista y dos de las reformas, la agraria y la petrolera, que sirvieron de base para comenzar a modernizar la economía venezolana. Y debemos recordar también el buen juicio institucional, la temeridad y el arrojo del mayor Hugo Trejo en enero de 1958. 

¿Cuál es el ideal que inspira doctrinariamente el partido que he soñado? Lo he dibujado en otros artículos: no hay patria sin militares, pero no hay nación sin civiles. La patria es una demarcación territorial, geográfica; la nación es una gran arquitectura de tradiciones, principios, normas, valores, leyes e instituciones que deben conducir con entereza y ética los ciudadanos y cuyos custodios y defensores de su vigencia y cumplimiento son los militares.

De allí que la necesidad de un Gran Acuerdo Nacional —para reconciliar al país e iniciar la reconstrucción nacional— constituya el principal desafío del liderazgo nacional. Lograrlo requiere de un riguroso análisis crítico, más allá de ideologías y doctrinas políticas, que interprete el momento histórico internacional y nacional y permita formular los lineamientos principistas y doctrinarios para transformar al país en una sociedad estable y equilibrada política e institucionalmente, de desarrollo económico sano, humano, diversificado y autosostenido, de sólido bienestar social y desarrollo humano creciente y de carácter permanente. 

Nuestros objetivos: el rescate de la política como pedagogía social de maestro y oficio sagrado de médico; la democracia como un sistema perfectible de autoridad limitada, autoridad equilibrada y pluralismo político, y el logro de un estadio de desarrollo institucional, económico, social y humano que haga posible de forma permanente la expansión y posibilidad de ser.

¿Cuál es el instrumento para lograr la recuperación de la democracia liberal? El nacimiento de una organización ad hoc, que por su misma naturaleza esté confeccionada para el tiempo presente en autocracia, pero tan flexible como un Lego para niño, armable y desarmable, exigente para montar, fácil para operar y hacerse invisible. Una prolongación de la escuela para adultos, de aprendizaje continuado sobre compartir, resolver y construir. Una organización donde todos importen por igual, y donde el respeto, la tolerancia y la responsabilidad para con uno mismo y con los otros sea una divisa. Una organización para ser mejores de lo que somos. Para incrementar y perfeccionar el legado de las generaciones que nos precedieron y justificar jubilosos nuestro paso por la vida.

Una organización que tenga en un coordinador mayor el guía temporal, responsable de hacer funcionar el equipo que junto a él programa, mueve, marca y ordena la ejecución de tareas aprobadas por la mayoría. Acompañan al coordinador mayor un coordinador de información, inteligencia y seguridad; un coordinador de comunicaciones, nuevas tecnologías y manejo de redes; un coordinador de cultura y educación; un coordinador de asuntos ecológicos, ambientales y salud; un coordinador de la sociedad civil y organizaciones no gubernamentales. Un coordinador de asuntos regionales y descentralización; y un coordinador de finanzas, logística y movilización.

Vivimos tiempos de cambio. El poder se ha hecho mas accesible, finito y competido en democracia, pero más difícil de mantener. Hoy los grandes, es cierto, son más escrupulosos y los pequeños más atrevidos. La revolución digital del más, de la movilidad y la mentalidad hasta ahora ha hecho del mundo un escenario sin control, con nuevos protagonistas, muchos advenedizos y pocos liderazgos solidos e influyentes. Vivimos una época de vacío de poder donde después de la Guerra Fría, el nuevo orden multilateral que se prefigura deja solos a los débiles, debilita las democracias y ha permitido la vuelta del autoritarismo no militar, sino de capitanes, de bandas criminales, de ilícitos y de una nueva izquierda y una derecha que pretenden reeditar los odios del pasado de plazos vencidos.

Es el momento de reflexionar sobre qué hacer para mejorar la democracia y la vida de los venezolanos. A lo que menos hay que prestar atención es a las bravuconadas de los representantes del Gobierno. Ninguno de sus cuatro voceros principales tiene nada nuevo que decir. Somos nosotros quienes debemos poner letra y música a nuestros pregones. 

Ellos están atascados en su incapacidad, en su inercia, en su oscurantismo. Es hora de empezar a hacer bien, coherente y efectivo lo que hemos hecho a medias y dispersamente, por falta de audacia y unidad de mando. Hay que diseñar una estrategia de victoria, avalada por la mayoría, que le ponga emoción a nuestro discurso y a nuestras acciones y potencie al máximo la esperanza. Hay que empezar por hacer trizas su discurso en las redes y humillar por pobre, de mal gusto y primitivo su procaz lenguaje de pretendidos machos con mucho miedo.

Leon Sarcos, mayo de 2022