El fracaso en Madrid del dentista de las misses

El fracaso en Madrid del dentista de las misses

De izqda. a dcha. el dentista Víctor Sánchez, la actriz y primera finalista del Miss Venezuela 1999 Norkys Batista, y la Miss Universo 2013 Gabriela Isler, durante la fiesta de Miss Venezuela 2015.

 

En Venezuela, Víctor Sánchez entraba en los auditorios por la puerta de atrás, traspasando una cortina de humo, y recorría el pasillo protegido por escoltas mientras sonaba algún éxito de la música electrónica. Era una estrella de la odontología estética, un fenómeno difícil de entender en España, pero menos sorprendente en un país como el suyo, obsesionado con la belleza. Le “hizo la sonrisa” a decenas de misses venezolanas, fue pareja de modelos y actrices de renombre y cobraba una fortuna por cada tratamiento. Todo ese brillo contrasta con la clandestinidad de su proyecto en Madrid, una clínica que abrió sin permisos en 2018 en un barrio periférico y cuyo traspaso acabó ofertado en la web de estilo bazar Mil Anuncios.

Por Fernando Peinado / elpais.com





Su socio en Madrid era Andrés Durán, un joven odontólogo venezolano que vio la oportunidad de su vida cuando Sánchez le planteó abrir la clínica juntos. “Que Sánchez te haga una propuesta así es como si el Gerard Piqué empresario te ofrece asociarte con él para invertir en la Copa Davis”, explica a este periódico Durán, de 26 años, buscando un símil para que se entienda cómo la ilusión le cegó por completo y le impidió ver que se estaban aprovechando de él.

Cuando Durán estudiaba en la universidad en Venezuela, entre 2012 y 2014, Sánchez era su ídolo, su modelo a seguir. Por aquellos años, Sánchez se hizo famoso porque revolucionó el sector de la estética dental gracias a las técnicas de ordenador y a las prótesis de cerámica que empleaba para “diseñar sonrisas”, con un brillo más duradero que las tradicionales de resina. Las misses que ganaban los concursos regionales tocaban en su puerta. Como si fueran mecánicos de Fórmula 1, dentistas como Sánchez y cirujanos plásticos que hacían implantes de pecho o liposucciones, preparaban a las modelos para la gran final, Miss Venezuela, el espectáculo que paraliza al país sudamericano delante de la tele, como aquí cuando juegan el Real Madrid y el Barcelona.

Pero había algo más que explicaba el éxito de Sánchez. Fue pionero en el uso de Instagram para promocionar su trabajo, según reconocen sus colegas del gremio en Venezuela. Acumuló más de 350.000 seguidores, muchos curiosos por ver los “milagros” que obraba en las bocas de sus clientes. Como si fuera una estrella del rock, subía vídeos de sus giras por América Latina, Estados Unidos o Europa para dar conferencias. Viajaba en primera clase, portando trajes a medida y grandes relojes con incrustaciones de oro y zafiros. Era la imagen del triunfo, un galán que rompía corazones y creaba belleza. La nueva red social de la apariencia era su mejor escaparate.

El odontólogo Víctor Sánchez durante el 42 Congreso de Odontología de Venezuela, en 2016, en Valencia.

 

Durán cuenta que llevaba solo un año en España cuando el famoso dentista le hizo la oferta de ser socios, en octubre de 2018. El joven se ganaba la vida en una tienda de móviles mientras esperaba a la lenta burocracia del Ministerio de Educación para homologar su título venezolano y trabajar de lo suyo. Vio en Instagram que el dentista estrella estaba en España para dar una conferencia en un hotel de negocios de la capital, el Exe de plaza de Castilla. Se apuntó al evento de dos días y luego continuó con sus quehaceres. Semanas después, recibió una llamada inesperada con la propuesta y pensó que estaba soñando. Sánchez quería abrir una sucursal en Madrid y le ofrecía una participación a él, un joven principiante. En una reunión en un lujoso piso del distrito de Salamanca concretaron los términos. Durán aportaría 50.000 euros a cambio del 5% de la franquicia madrileña.

Era un gran negocio, pensó el joven aprendiz. Le pidió dinero prestado a su tío, un empresario agropecuario en Venezuela, a quien convenció de la oportunidad que tenía por delante para triunfar en España. Sánchez cobraba por cada diseño de sonrisa 20.000 euros. Durán recibiría su cuota correspondiente, 1.000 euros por cliente. El dentista novel estaba seguro de que pronto Sánchez se haría popular entre la élite madrileña, al igual que lo era en Caracas. Recuperaría su inversión y haría fortuna de la mano de un crack de la odontología.

Sánchez estaba en Madrid por motivos políticos. Huyó de la Venezuela chavista por las veredas de la frontera con Colombia, en octubre de 2017. Su hermano Luis, un fiscal, acababa de ser encarcelado por el régimen. Según el medio independiente Armando.info, el Gobierno de Nicolás Maduro apresó al fiscal porque estaba investigando intereses de poderosos chavistas. Cuando el régimen anunció la detención, aparecieron informaciones en medios venezolanos que acusaban al hermano dentista de utilizar su clínica en Caracas para lavar dinero.

Sánchez tenía que empezar de cero en el extranjero, pero eso no le intimidaba. Tenía planes grandiosos: replicar su éxito en Venezuela a escala internacional con una red de clínicas. Ya había abierto una en Bogotá y quería continuar la expansión en República Dominicana, México y España.

Extrañas compañías

Durán estaba tan ilusionado que sus alarmas no se activaron de inmediato con algunos detalles sospechosos. Sánchez ya había alquilado un local en Madrid pero no estaba en una zona cara de la capital. Era un bajo comercial de 86 metros cuadrados en la calle Lyon número 9, en un barrio del distrito de Moratalaz, fuera de la M-30. Al lado, una tienda de comestibles: “Bazar alimentación, frutos secos”. Pero la ubicación secundaria podía ser compensada con una imagen espléndida. La clínica, llamada Dental Clone, tenía en su escaparate el logo, el dibujo de un diamante, y la palabra inglesa luxury (lujo).

Andrés Durán, el miércoles delante de la clínica Dental Clone, en Madrid.VÍCTOR SAINZ

 

Otro motivo para la cautela era la extraña compañía de Sánchez. Al dentista, que entonces tenía 37 años, le acompañaba un supuesto experto en marketing, Oliver Rosales, de 39. Era autor de un libro de autoayuda, El Éxito no tiene edad y había sido presentador de un programa de Globovisión, un canal de televisión venezolano. Hablaba con la solemnidad de un sensei y Sánchez parecía sometido a su voluntad. En la clínica, dirigía extraños rituales en los que ofrecía dulces y gominolas a una estatuilla. Cuando el joven Durán preguntó a Sánchez por este extraño comportamiento, el dentista de fama le pidió que no cuestionara a su amigo, del que hablaba como si fuera una divinidad: “En este mundo terrenal no vas a entender quién es Oliver. Él vino a darnos una señal”.

Dulces en torno a una estatuilla en la clínica Dental Clone de Madrid del odontólogo venezolano Víctor Sánchez.

 

Tampoco funcionó el plan de mezclarse con la jet set madrileña para captar clientes, a pesar de que Sánchez y Rosales llevaban un tren de vida altísimo. Compraron trajes de diseño de El Corte Inglés y un Mercedes GLA 200. Comían a menudo en restaurantes de postín como el Amazónico o el Ramses, cerca del Retiro. Tras la cena, solían ordenar una botella de whisky Johnnie Walker etiqueta negra. Las cuentas nocturnas rondaban los 1.000 euros. Conocieron a algunos actores españoles de segundo nivel a quienes ofrecían tratamientos gratuitos en la clínica con la esperanza de que les recomendaran a otros compañeros de gremio. Pero el plan no cuajó. “Era gente aprovechada”, dice Durán.

Pero lo más preocupante eran los problemas legales. Sánchez no había homologado su título, ni tampoco se había colegiado. El local alquilado no cumplía con los requisitos de la legislación para evitar infecciones. A pesar de esto, la clínica estuvo abierta en 2018 y 2019. Por allí pasaron clientes, entre ellos varios conocidos futbolistas venezolanos a quienes Sánchez ya había atendido en su país, según Durán. Cuenta que trabajaban a puerta cerrada para evitar ser descubiertos y que los clientes pagaban en negro. Una dentista venezolana colegiada en Madrid, que fue contratada para asistir al odontólogo estrella y para llevar el día a día de la clínica, corrobora estas irregularidades. El Consejo de Colegios de Dentistas confirma que Sánchez no está registrado en España, requisito imprescindible para ejercer la profesión.

Sánchez viajó a Bogotá a finales de 2019 y no volvió a Madrid. Durán no vio ni un euro por esos tratamientos. Cuando reclamó su parte, el famoso dentista le respondió que eran clientes a los que veía en Madrid, pero que correspondían a su cartera de Colombia. Tampoco pagó la parte convenida a la asistente. Tres estudiantes que se apuntaron a un curso suyo en la clínica y que habían pagado por adelantado 3.000 euros cada una se quedaron colgadas. Una paciente que vive en Barcelona pagó 20.000 euros por adelantado para una sonrisa de diseño en la clínica de Madrid, pero el dentista se quedó con el dinero, según capturas de WhatsApp vistas por este periódico. Sánchez le dijo a la mujer que fuera a la clínica de Bogotá y cuando ella llegó allí no encontró a nadie.

A Durán le debe algo más de 120.000 euros. Además de los 50.000 que aportó para la clínica, también acusa a Sánchez y a Rosales de haberse apropiado de la cantidad que les entregó para una participación en una cafetería que pretendían abrir en Madrid. Sánchez también ha dejado otras deudas sin pagar que suman decenas de miles de euros. Entre otros, le debe dinero al Banco Sabadell, Orange, Naturgy y al dueño del local.

Goteo de denuncias

En diciembre de 2020, Durán descubrió en Instagram una cuenta llamada Dental Clone Víctimas. La habían creado las personas que habían colaborado con Sánchez en sus proyectos en Colombia y República Dominicana. Desde entonces no ha cesado un goteo de denuncias contra el dentista estrella y su socio, el supuesto guía espiritual. La cuenta tiene más de 3.500 seguidores que han seguido las revelaciones como si se tratara de una telenovela venezolana. Sánchez, que está en paradero desconocido, publicó recientemente en su propia cuenta de Instagram un vídeo con su alegato. Vestido con traje de diseño y delante de una pared azul, acusa a Durán y al resto de ser parte de una red de extorsión. A este periódico le asegura que ha interpuesto acciones judiciales contra ellos, pero se ha negado a mostrar esos documentos o alguna otra prueba.

“Respete mi derecho a la confidencialidad”, dice Sánchez. “Por supuesto que tengo pruebas y muchas”, añade.

Durán y las personas que acusan a Sánchez en Latinoamérica sí han mostrado a este periódico evidencias como contratos, transacciones, conversaciones y reclamos de agencias que buscan el pago de morosos. Han llevado sus casos a los tribunales. En Colombia, una trabajadora de Sánchez que denuncia acoso y estafa consiguió la semana pasada un fallo favorable en una de sus acciones, ordenando al dentista que retire publicaciones denigratorias en Instagram.

En la cuenta que crearon las víctimas en esa red social han aparecido testimonios de conocidos odontólogos venezolanos: “Pasaste de ser una referencia mundial a ser un payaso”, le reprocha indignado en un vídeo Rolando Núñez, que es directivo en Chicago de una multinacional del sector.

El daño reputacional de estas revelaciones ha sido tan grande que sus colegas del gremio creen que es el fin del dentista estrella. Su mayor rival en el mercado de las sonrisas de las misses, el doctor Maarten Vander Berg, así lo cree. “Tuvo una carrera promisoria que destruyó. No podrá tapar el sol con un dedo”, asegura. Si eso es así, irónicamente se dará la coincidencia de que fue Instagram el medio donde la burbuja de Sánchez se infló y acabó pinchándose.