Los que conocimos a esa Venezuela próspera, nos preguntamos si realmente cambió el país o cambiaron sus ciudadanos, si cambiaron las cosas o la forma en que se hacen esas cosas.
Nos preguntamos si algo cambió en nuestras mentes, el conformismo, el miedo o la inseguridad, y no precisamente la que hoy procura un toque de queda al caer el sol, sino aquella que se mete en nuestras mentes y nos impide tomar decisiones y vivir esta situación sin reaccionar. Nos preguntamos si poco a poco nos hemos convertido en presos de nuestro quehacer diario que nos agobia y nos atrapa producto de la angustia por el devenir.
Los que conocimos a esa Venezuela próspera sabemos que actualmente estamos privados de mucho, y es que no hace falta estar entre cuatro paredes con barrotes para sentirse prisionero. Nos hemos convertido en presos mentales, a tal punto, que muchas veces nos negamos a ver la realidad que se vive en nuestro país, a pesar que es una realidad tangible e inocultable.
Hay quienes quisieron romper con esta cadena, sin oportunidad alguna, estos actores no han entendido, que es primordial demostrarles a los ciudadanos que primero debemos dejar de ser presos mentales para recuperar nuestro libre albedrío y poder elegir con valentía nuestro futuro.
Es entonces que el cambio se dará y cada uno empezara a tomar acciones que apunte al progreso de todos, siendo el reflejo de las conductas que nos gustaría ver, daremos el primer paso para volver a ser esa Venezuela prospera, donde no existan presos políticos ni mentales, sino ciudadanos libres.