Orlando Viera-Blanco: Venezuela a punto de ebullición

Orlando Viera-Blanco: Venezuela a punto de ebullición

Con motos de alta cilindrada, armados desde el tobillo a la pretina y con silbato en el pecho, ha emergido una nueva casta: Los escoltas. Guardaespaldas motorizados que detienen a cualquier mortal en cualquier esquina, calle o avenida, para “viabilizar” el acceso de su jefe, es decir, el escoltado. Toda una apología del lejano oeste que dice mucho de un fenómeno degenerativo conocido en psicología como la sobreadaptación, comportamiento previo al acostumbramiento, a la aceptación patológica de la violencia y al caos.

Desde la frenología de Gall que buscaba diferenciar las especies dependiendo de sus facultades mentales, pasando por Herber Spencer y su psicología de la adaptación, misma que comprende el conductismo como la acumulación de experiencias (asociacionismo), generadoras de aprendizaje (supervivencia del más apto/Darwin), hasta llegar a la escuela del pragmatismo de la psicología americana, fundada por jóvenes adinerados educados en Harvard, como Oliver Wendell Holmes, otrora jurista más distinguido de EEUU; Chauncey Wright, Charles S. Peirce y William James (fundadores del Club Metafísico), el estudio de las reacciones del hombre ante diferentes eventos -alegría, ira, tristeza, miedo o quietud- y su adaptación al medio ambiente como mecanismo de supervivencia natural, ha sido tema central de la psicología…Y esta rama del saber pronto emancipó de la filosofía, para acercarse a las ciencias como segmento objetivo que estudia la mente, la conducta y la inteligencia humana. Un esfuerzo intelectual de siglos para comprender lo que aceptamos, rechazamos, defendemos o habituamos, “despojados o no” de nuestra capacidad reflexiva.

La flor y nata fundacional de la psicología bostoniana, el Club Metafísico, llegó a la conclusión de que “la verdad”, a diferencia de lo que creía Kant (imperativo moral), ¡si evolucionaba! La escuela pragmática americana comprendió que había que dar un salto adelante al criterio evolucionista planteado en elDarwinismo social. Ya no se trataba -como predijo Spencer- que el hombre se adaptase continuamente a su ambiente, defensivamente. Ahora el hombre debía ser comprendido como un ser consciente, capaz de trascender a su ambiente natural, no como un simple animal -precavido, montero, mordaz y competitivo- que sobrevive y se adapta (habitúa) habilidosamente, sino como un ser reflexivo que ajusta ofensivamente el ambiente a sus necesidades, segando su hostilidad natural. Esta concepción del hombre racional tuvo un profundo impacto civilizador, desde lo cual prevaleció el uso de la palabra sobre la fuerza o las emocionales (la pasión, la ira o el miedo desbordado).





Mientras la psicología evolucionista (Spencer) entendía los procesos de aprendizaje como acumulación de hábitos para sobrevivir (primitivismo), la psicología de Wright y James apuntalaba la función del pensamiento como un ejercicio propio del ser humano, generador de conocimientos llamados creencias (Peirce), que evolucionan como verdades y después se hicieron reglas, conforme distingo entre lo bueno y lo malo, la felicidad o la miseria, temeridad, honor o cobardía, y en fin, acertar o pecar… Al decir de Nietzsche en su obra Bueno y Malo (Gut und bose/La Transvalorización de los valores) o Hannah Arendt en su reporte sobre la banalización del mal, los hombres o los pueblos, no son buenos o malos, actúan conforme a su consciencia, que no es más que la acumulación de creencias que comportan su verdad, y en efecto, su respuesta ante un estímulo o situación. Y esa verdad es mutante (Oliver Wendell), como en efecto mutan los modelos de gobierno, los dogmas, y en fin, la ley y la justicia.

Venezuela ha sufrido un proceso degenerativo e involutivo en términos de respeto y conservación de los valores superiores universalmente aceptados, como la vida, la libertad, la pluralidad y la propiedad privada. Valores consolidados desde el siglo XVIII por los ilustrados (Rousseau, Montesquieu, Sieyès) y consagrados en las principales cartas magnas del mundo. La sobreadaptación a un ambiente primitivo, que no garantiza la vida, no tolera un modo diferente de pensar ni el derecho ajeno, y donde la justicia la tomamos por nuestras manos, es una aceptación aberrante de la violencia. Un tema es obedecer un orden, pero otro es no-cooperar con él, si tengo consciencia que tal orden, no lo es… Cómo expresó Peirce en 1905: “la verdad de una creencia reside en su posible incidencia sobre la dirección de nuestra vida”. Y hoy nuestra verdad no puede ser otra, que rescatar la libertad que dé fe, vida y futuro, a nuestros hijos…

Una sociedad de escoltas, cercos eléctricos, cierre de calles, armas, coches blindados y venganza, es una sociedad caótica que cabalga sobre lo más primitivo, salvaje y atávico del hombre: su egoísmo. Pero la conciencia es incontenible advertía James, y surge cuando los instintos y los hábitos no pueden hacer frente a nuevos retos, por lo que a tenor de una violenta lucha de clases, la consciencia colectiva va en plena ebullición. Y estallará.

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